Cuando se acercan estas fechas cercanas a la Navidad y al final del año en curso, todos hacemos un sutil, profundo o transformador balance de nuestro momento humano.

Es inevitable ver, sentir, percibir cómo hemos plasmado nuestros deseos, intenciones, planes o necesidades a lo largo de este año que termina.

Es el momento fundamental en que planeamos y prometemos para el próximo año.

La magia de estas fecha, no siempre felices y amables, radica en su simbología como fin-inicio de algo. A pesar de que todo es continuo, podemos utilizar esta sensación humana de diferenciación en etapas, para redefinir los objetivos que nos planteamos y centrar las acciones que nos lleven a ellos.

Y no olvidemos que los claro-oscuros de la vida aportan significado a cada instante. Sin contraste no hay comprensión.